El viejo.

Martes 13 de noviembre. 22:09 pm. Salón principal de La Capri Napole.

La foto es impactante. El Viejo y su botella de cerveza fresca, los dos a solas. No lo conozco pero me lo puedo imaginar ese caluroso martes a la tarde en su habitación cambiándose para ir solito a la cancha. Su musculosa marca Kico 40 trabada en la frente y El Viejo a los tirones con la cara colorada haciendo fuerza para dejar al desnudo sus pectorales. Rápidamente se coloca su gloriosa casaca roja y blanca. La lycra barata de la sagrada prenda comprada en una tienda frente a la Plaza del Soldado se le pega a la piel y la electricidad estática hace un crujido subiendo la temperatura de su cuerpo. Infla el pecho y sale a la calle, no pierdan el tiempo explicándole que Unión tiene 4 puntos. Las matemáticas le chupan todos y cada uno de sus huevos. El caminito de siempre, vereda oeste de la López y Planes. A paso lento, la cabeza gacha y con la firme convicción de que pase lo que pase, su destino a las 10 de la noche ya está sentenciado. Sus codos se apoyarán sobre la mantelería color obispo y El Viejo tendrá su momento de gloria, tomando su cerveza en silencio y en la mas absoluta soledad. Y lo disfruta como nadie. Un raza puta nunca lo entendería porque un hincha de Colón siempre está rodeado de mucha gente. Son obscenos. Amigos de todo el mundo, le entregan el alma a un tipo que conocieron hace diez minutos. Su entorno familiar es numerosísimo porque estas inmundicias se multiplican como plaga. Promiscuos. Se juntan en un kiosco, se emborrachan y después se cogen entre todos. Dan asco. Sus reuniones sociales son escandalosas, gritan y estallan en fuertes y molestas carcajadas. Algún día que juegue Colón, aguántense las arcadas e intenten acercarse a algún bar. Estos sujetos se hacen chistes vulgares, poco inteligentes, les juro que se ríen de otra cosa. Y El Viejo sigue en silencio, con la mirada clavada en la nada.

Tengo algunos amigos hinchas de Colón. Una vez uno de ellos intentó debatir conmigo y me dijo que nosotros abusamos de la postura de humildes y refutó mi teoría de que en Santa Fe ellos son los malos y nosotros los buenos. Por supuesto que no entré en la discusión, siempre me quedo callado para evitar el altercado. Pero un día tendría que citarlo a tomar un café para decirnos todo lo que pensamos. Yo voy a llevar una carpetita con fotografías. No peco de prejuicioso si les digo que cada uno es culpable de su propia cara. La persona que tiene cara de hijo de puta, muy difícilmente sea alguien bondadoso. Si quieren hacer un esfuerzo para obtener el prototipo del hincha de Colón, los voy a ayudar. Imagínense el rostro de Stracqkqckqualursi, eso es El hincha de Colón. Un tipo que nunca resistiría un examen odontológico. Y en aquel café a mi amigo le voy a mostrar fotos de rostros, Saralegui con sus patillitas, la cara de sorete del Chino Aquino, un director técnico fumando un habano con su papada colgando, la mirada de Basile, la sonrisita del Bichi, el Bati mirando todo desde un palco con su barba candado. Quizás exagero con mi teoría del villano, pero estos tipos hacen todo lo posible para seguir dándome argumentos. Y cuando esa charla de café nos lleve inevitablemente a lugares comunes a los que nos conduce siempre el folclore del fútbol, me pondré de pie para irme. Pero antes voy a apoyar la última foto sobre la mesa, una imagen que a mi me causa escalofríos.

Mientras tanto, El Viejo se despertará este domingo y su primer orina de la mañana será bien rancia. En calzoncillos pondrá la pava sobre la hornalla. La parada es bravísima, una de las mas difíciles de los últimos años, pero ha vivido tantas de estas. Y se sentaré muy tranquilo otra vez a matear en silencio. Después de todo no será otra cosa que un simple partido de fútbol. En Santa Fe nos conocemos todos muchachos, nunca dejarás de ser una casta deleznable. Por siempre serás la raza puta.

Qvuelvanlosvisitantes.